jueves, 28 de mayo de 2009

Días dulces, noches suaves.

Susurro con mis dedos cientos de palabras que morirán antes de llegar a ser siquiera un silencio.

Sueño contigo. Dibujo en mi cuaderno de secretos tu perfil, tu rostro, tu mirada, tus caricias.

Imagino a grandes rasgos lo que harías con mis manos si me tuvieses al lado. Todas las caricias…

Me abrazarías muy fuerte mientras me devoras los labios, besándome una y otra vez.
Me morderías el labio de abajo muy fuerte, casi hasta hacerme daño, y tirarías, provocándome un escalofrío.
Jugarías al despiste con mi lengua, acariciándola, mordiéndola…
Buscarías mi piel por debajo de la ropa, acariciando mi espalda con tus manos, siempre cálidas… Mientras tus dientes se entretienen en mordisquearme la garganta hasta que dejo de pensar por incapacidad permanente.

Y aunque esté aquí sola, fantaseando como una niña, sé que en parte estás conmigo. En más parte de la que nadie puede entender, y de la que tú mismo sabes. Por ser quien eres, por ser como eres.
Es tan difícil de describir… Y es tan dulce…. Ese cosquilleo en el estómago al pensar, como en un flash, en tu lengua acariciando mis labios despacito… encontrándose con la mía, aprendiéndose poco a poco…

Es extraño, todas las maneras que hay de echar de menos, de desear, de querer.

Tus ojos fijos en los míos, con esa sonrisa que te brillaba en las pupilas y se extendía a toda tu cara.
Esa sonrisilla tierna de labios conmovidos, al susurrar un “te quiero” que aún sonaba a verdad.
Una lágrima furtiva que limpié de tu cara con un beso, después de que me escuchases desgranar acordes con la ternura que sólo fue tuya.
Mi mirada en el espejo, vista casi de hurtadillas. Esa calma, esa luz, esa mirada llena de una ternura preciosa.

Todo lo que, si no era tuyo, era gracias a ti.

Un baúl lleno de recuerdos que son tan sólo bellas imágenes, bello pasado.
La huella de tus manos en mi espalda se ha borrado, y mi camiseta hace tiempo que dejó de oler a ti.
Pero tu tacto sigue en mis nervios, y tu olor entre mis recuerdos.

Tal vez nunca vuelvas a besarme como aquella noche, cuando la Luna llena nos regaló un mar negro con pinceladas de plata sólo para los dos.
Tal vez nunca vuelvas a decirme que me quieres con la voz tan llena de emoción que casi nos rompamos en pedazos.
Tal vez nunca vuelva a hacer el amor contigo, y en todo caso, nos limitemos al sexo.
Probablemente.
Y probablemente lo mejor sería apartarme, tratar de ser amigos y olvidarme de quererte… Pero es tan dulce sentirlo… Y tan duro dejarlo escapar.

Amar duele, dejar de amar aún duele más.
Amarte sin que me ames es horrible… Pero al menos ya lo sé.
Sé qué soy para ti.
Sé qué eres para mí.

Y aún así…
Querría rozarte los ojos con mis labios.
Y morderte la oreja hasta que suspires, sin poder aguantar más.
Querría quitarte la ropa a tirones.
Y sentir, sin pensar, sin plantearme nada.
Tumbarme junto a ti y mirarte, acariciando tu perfil con la punta de los dedos.
Mientras respiras despacito, dejando salir el aire que has contenido tanto rato.



Pinto las paredes de color verde intenso.
Mientras dejo marchar ese recuerdo que se ha vuelto lastre ya.
Me pinto de blanco las manos, y espero.
Añorando besos que no han de volver.
Y sueño, sonriendo,
con días que no están aquí.
Y sin más me voy a la cama, a esperar realidades que no están, y a luchar por verdades que aún consevo.


Dulce es el sabor de la cerveza si me recuerda al sabor de aquellos labios…


[…Autresfois…]

viernes, 15 de mayo de 2009

Mentiras de corazón.

Es extraña la manera en que el corazón nos engaña.

Se tira meses llorando, dándose latigazos y abrazándose a las cenizas de un fuego extinto.
Nos hace sufrir al verle, al ver sus heridas, al verle llorar amargamente sin consuelo alguno.
Cada recuerdo dulce se vuelve para él puñalada, cada palabra leída, tormento; cada acorde de música, pedrada.

Logras que el tiempo pase, no sabes cómo ni por qué. Dedicas días, semanas y meses a curar a tu corazón, a vendarle, a arroparle por las noches para que llore un poco menos. Te desesperas y lloras tras la puerta, echas de menos a esa persona en la que apoyarte, dejas de encontrarle sentido a muchas cosas… Y te curas poquito a poco.

Y cuando te sientes bien, cuando eres capaz de volver a hablar con aquella persona que durante un tiempo fue una luz en tu camino y que después fue la más oscura de las sombras… Vuelve esa sensación.
Ese cosquilleo que quisiste desterrar.Esas sonrisitas.
Y lo peor es que no se basan en fantasías. Tienes recuerdos de besos, de caricias, de palabras dulces haciéndote cosquillas en el oído.Y te ves recaer como una imbécil. Te ves deseando que vuelvan esas palabras, que vuelvan esas caricias, que vuelva la sensación de querer y ser querida…

Te insultas. Te llamas imbécil doce veces e ilusa un millón más.
Porque hay cosas que no pueden ser, y además son imposibles.

La amistad y el enamoramiento pueden convivir… Pero no después de ciertas cosas.Eres consciente de que si quieres que esa amistad resista, todos los sentimientos extra deben desaparecer sí o sí… Pero pídele eso a tu corazón, aún convaleciente.

Es más fácil odiar. Es mucho más sencillo criar resentimiento, fingir ofensa, hacer de cada pequeño fallo una montaña de rencor. Esconder los sentimientos bajo una montaña de desconfianza.
Más fácil y más efectivo.
Pero los sentimientos de cariño se llaman unos a otros. Y cuando el resentimiento cae, cuando esa amistad dulce, sincera, crece… El corazón recuerda lo bueno.

Odio estremecerme cuando los recuerdos de unos besos que ya no son míos me sorprenden andando por la calle.
Odio que, de pronto, mientras leo tumbada en la cama, me asalten las huellas que sus manos me dejaron en la piel.
Odio que los recuerdos dulces me inunden la mente cuando trato de avanzar.

Porque ya no me hacen daño. Porque ahora tratan de hacerme volver a sentir una esperanza que no existe.
Y no quiero.
Se acabó, fue un final, no existen más opciones, no hay más oportunidades.
Porque no puede ser y, además, es imposible.

¿Y si es así, por qué me siguen temblando las manos?
¿Y si es así, por qué sonrío sin querer?
¿Y si es así, por qué noto que esa amistad incipiente se junta demasiado con esos otros sentimientos inapropiados?

Mezclar no es bueno, y es exactamente lo que estoy haciendo. Permitir que la dulzura se mezcle con la camaradería, cada vez más profundamente… Hasta que no pueda arreglarlo.


No quiero soñar que te beso.
No quiero pensar en tocarte.
No me lo puedo permitir.
Tanto por ti como por mí, y por esta amistad que estamos tratando de crear.

No me da la gana de creerme que no se puede ser amigos después de una relación.
¿Por qué?
¿Quién lo dice?
No es justo.
¿O todo, o nada?
¿O duermo a tu lado, o ni nos hablamos?
Es ridículo.
Y lo decías tú antes que yo.
Y lo pensamos los dos.

Pero me da miedo.
Porque veo que esto se me desboca, veo que hay demasiadas sonrisas, veo que mis sueños se me van de las manos, y no quiero implicar a mi subconsciente.


Y pese a todo, te sigo echando de menos.
Y pese a todo, querría poder abrazarte.
Y pese a todo, me encanta poder hablar contigo.
Y, como estoy harta de pelearme conmigo misma, me callo.



[...Autresfois...]