viernes, 15 de mayo de 2009

Mentiras de corazón.

Es extraña la manera en que el corazón nos engaña.

Se tira meses llorando, dándose latigazos y abrazándose a las cenizas de un fuego extinto.
Nos hace sufrir al verle, al ver sus heridas, al verle llorar amargamente sin consuelo alguno.
Cada recuerdo dulce se vuelve para él puñalada, cada palabra leída, tormento; cada acorde de música, pedrada.

Logras que el tiempo pase, no sabes cómo ni por qué. Dedicas días, semanas y meses a curar a tu corazón, a vendarle, a arroparle por las noches para que llore un poco menos. Te desesperas y lloras tras la puerta, echas de menos a esa persona en la que apoyarte, dejas de encontrarle sentido a muchas cosas… Y te curas poquito a poco.

Y cuando te sientes bien, cuando eres capaz de volver a hablar con aquella persona que durante un tiempo fue una luz en tu camino y que después fue la más oscura de las sombras… Vuelve esa sensación.
Ese cosquilleo que quisiste desterrar.Esas sonrisitas.
Y lo peor es que no se basan en fantasías. Tienes recuerdos de besos, de caricias, de palabras dulces haciéndote cosquillas en el oído.Y te ves recaer como una imbécil. Te ves deseando que vuelvan esas palabras, que vuelvan esas caricias, que vuelva la sensación de querer y ser querida…

Te insultas. Te llamas imbécil doce veces e ilusa un millón más.
Porque hay cosas que no pueden ser, y además son imposibles.

La amistad y el enamoramiento pueden convivir… Pero no después de ciertas cosas.Eres consciente de que si quieres que esa amistad resista, todos los sentimientos extra deben desaparecer sí o sí… Pero pídele eso a tu corazón, aún convaleciente.

Es más fácil odiar. Es mucho más sencillo criar resentimiento, fingir ofensa, hacer de cada pequeño fallo una montaña de rencor. Esconder los sentimientos bajo una montaña de desconfianza.
Más fácil y más efectivo.
Pero los sentimientos de cariño se llaman unos a otros. Y cuando el resentimiento cae, cuando esa amistad dulce, sincera, crece… El corazón recuerda lo bueno.

Odio estremecerme cuando los recuerdos de unos besos que ya no son míos me sorprenden andando por la calle.
Odio que, de pronto, mientras leo tumbada en la cama, me asalten las huellas que sus manos me dejaron en la piel.
Odio que los recuerdos dulces me inunden la mente cuando trato de avanzar.

Porque ya no me hacen daño. Porque ahora tratan de hacerme volver a sentir una esperanza que no existe.
Y no quiero.
Se acabó, fue un final, no existen más opciones, no hay más oportunidades.
Porque no puede ser y, además, es imposible.

¿Y si es así, por qué me siguen temblando las manos?
¿Y si es así, por qué sonrío sin querer?
¿Y si es así, por qué noto que esa amistad incipiente se junta demasiado con esos otros sentimientos inapropiados?

Mezclar no es bueno, y es exactamente lo que estoy haciendo. Permitir que la dulzura se mezcle con la camaradería, cada vez más profundamente… Hasta que no pueda arreglarlo.


No quiero soñar que te beso.
No quiero pensar en tocarte.
No me lo puedo permitir.
Tanto por ti como por mí, y por esta amistad que estamos tratando de crear.

No me da la gana de creerme que no se puede ser amigos después de una relación.
¿Por qué?
¿Quién lo dice?
No es justo.
¿O todo, o nada?
¿O duermo a tu lado, o ni nos hablamos?
Es ridículo.
Y lo decías tú antes que yo.
Y lo pensamos los dos.

Pero me da miedo.
Porque veo que esto se me desboca, veo que hay demasiadas sonrisas, veo que mis sueños se me van de las manos, y no quiero implicar a mi subconsciente.


Y pese a todo, te sigo echando de menos.
Y pese a todo, querría poder abrazarte.
Y pese a todo, me encanta poder hablar contigo.
Y, como estoy harta de pelearme conmigo misma, me callo.



[...Autresfois...]

No hay comentarios:

Publicar un comentario